lunes, 6 de julio de 2009

MARISA ALVAREZ

Los resultados de los comicios en la Provincia admiten múltiples lecturas. Desde el "perdimos por poquito" que leyó Néstor Kirchner, hasta la "contundente victoria" que leyó el ganador. En el medio, los bonaerenses dejaron con sus votos varios mensajes que deberían ser atendidos.
En el oficialismo explotaron las broncas y las desconfianzas. Y algo se quebró para siempre: la relación entre Kirchner y los dirigentes peronistas bonaerenses
Para la pelea mayor, nueve de cada diez bonaerenses votaron por la lista de Unión Pro que encabezaron Francisco De Narváez y Felipe Solá (3,6), la del Frente Justicialista que lideraron Néstor Kirchner y Daniel Scioli (3,1) y la del Acuerdo Cívico que postuló a Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín (2,1). Una primera lectura dice entonces que, efectivamente, el oficialismo perdió por poco, o si se prefiere, que De Narváez ganó por poco. Pero limitar la mirada a esos números sería peligroso.Kirchner ganó en sólo una de las ocho secciones electorales en que se divide la Provincia: la Tercera, que corresponde al sur del Conurbano, uno de los dos bastiones del peronismo. En el resto de las secciones -el otro bastión del PJ, en el norte y oeste del Conurbano; las cinco secciones del interior y la Octava (La Plata)- ganó De Narváez; y además, salvo en la Primera, en todas ellas la nómina del ex Presidente salió tercera, luego de la de Stolbizer.Pero si, como se preveía, fue durísima la derrota de Kirchner en el interior, su apuesta al Conurbano terminó en catástrofe. Allí, donde apenas un par de la treintena de intendentes no son peronistas o aliados al kirchnerismo, De Narváez se impuso en 12 municipios, frente a los 16 en los que ganó Kirchner. Algunas de esas victorias del empresario "impresionan": la de Tres de Febrero, el pago de Hugo Curto, por ejemplo. Tanto como "impresionan" las derrotas de Kirchner en Lanús, San Miguel o San Fernando. A las 10 de la noche del domingo, el referente de La Matanza, el vicegobernador Balestrini, le seguía prometiendo a Kirchner que ya llegarían los 20 puntos de diferencia que "darían vuelta" el resultado general: fueron 11 y no alcanzaron.Esos datos reflejan la solidez y extensión del triunfo de De Narváez y la dimensión de la derrota de Kirchner más allá de los 2,5 puntos de diferencia en el total general. Pero los bonaerenses dejaron también otros resultados y otros mensajes clave en los cuartos oscuros.Para la elección de legisladores provinciales ya no hubo hegemonía de Unión Pro ni derrota generalizada del oficialismo. El Frente Justicialista ganó en la Primera, la Tercera y la Octava; el Acuerdo Cívico en la Cuarta, la Sexta y la Séptima; y Unión Pro sólo en la Segunda y la Quinta. Y en la elección de concejales, las listas que respondían a los intendentes -fueran del PJ, radicales o vecinalistas- ganaron en la mayoría de los 134 distritos, destacándose las victorias de los intendentes peronistas del interior pese al conflicto con el campo.Los bonaerenses, en fin, ungieron con nitidez ganadores y perdedores, pero también repartieron sus votos en dosis equilibradas que determinaron un nuevo mapa político con un mayor reparto del poder en los ámbitos legislativos.Con estos resultados a la vista, en el oficialismo explotaron las broncas y las desconfianzas. Y algo se quebró para siempre: la relación entre Kirchner y los dirigentes peronistas, liderados por los intendentes, que lo acompañaron desde el 2003. Desde el domingo a la noche el ex Presidente cae varias veces al día en pozos de furia, en los que los acusa de traidores, por haber obtenido más votos que él. Los referentes distritales, en cambio, están convencidos de que la candidatura de Kirchner fue un contrapeso para sus listas municipales y por su culpa sus Concejos se poblarán de opositores.Ishii, el intendente de José C. Paz que, habiendo ganado con el 55% en un distrito en el que Kirchner cosechó 52%, montó una parodia de renuncia para "ir distrito por distrito a verles la cara a los que jugaron a dos puntas"; y D`Elía, que define a los dirigentes peronistas como "caudillos de un aparato tramposo, desleal y sin patria", representan por estas horas a Kirchner en estado puro. El ex Presidente rumia similares opiniones ante sus hombres de confianza, a quienes les dice que volverá a la transversalidad, imaginando alianzas con los dos dirigentes progresistas que hicieron buenas elecciones el domingo, el porteño Solanas y el bonaerense Sabbatella. Por su lado, los dirigentes descalificados no disimulan su bronca. Juran que ya no recibirán una sola orden política más de nadie. "Kirchner fue", dicen.No habrá por un tiempo, sin embargo, declaraciones públicas en ese sentido y mucho menos rupturas formales. Las dificultades financieras de los municipios y la necesidad de fondos nacionales para realizar las obras prometidas en la campaña condicionan los movimientos de los intendentes.En ese clima, los analistas ponen la lupa sobre el mayor fracaso de este proceso electoral: los candidatos testimoniales. Ni la incorporación de Scioli a la lista de Kirchner ni las de intendentes exitosos a las nóminas de legisladores provinciales -como la del marplatense Pulti en la Quinta y la de Eseverri en la Séptima- sirvieron para evitar duras derrotas. Creer que la gente podría votar una lista que no le simpatizaba por la mera participación en ella de un candidato que no era tal, implicó una subestimación de la gente. Y ahora, creer que algunos resultados se dieron porque los intendentes "mandaron" a cortar boleta a miles y miles de ciudadanos, es volver a subestimar a la ciudadanía; además de un peligroso error político.Desde la derrota, el gobierno de Scioli, en tanto, atraviesa días difíciles. La dirigencia peronista bonaerense lo quiere concentrado en la gestión y no comparte el rol de "reorganizador" que asumió en el PJ nacional. El Gobernador, por su lado, se propone reafirmar su gestión desde tres premisas: no comparte el reparto de culpas que se hace en Olivos; apelará al diálogo en una Legislatura en la que estará en minoría; y apoyará los pedidos de los intendentes por los fondos para terminar las obras públicas.

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