sábado, 14 de marzo de 2009

Hugo Grimaldi

La memoria colectiva es implacable en materia de turbulencias y sabe que cuando las dinámicas toman vuelo propio en la política argentina generalmente se tornan imparables. Los antecedentes, simplemente, no favorecen la arriesgada jugada de adelanto de las elecciones legislativas que acaba de pergeñar Néstor Kirchner, deseoso de mostrar que es capaz siempre de redoblar las apuestas, aunque hoy se intuya que en su mano no hay ni siquiera un proyecto de juego ganador.Raúl Alfonsín llamó a elecciones anticipadas para brindar certeza sobre su sucesor y la ola menemista se lo llevó puesto, hiperinflación de por medio. Los recuerdos de episodios similares de adelanto de elecciones emparentan en el imaginario a María Estela Martínez con Eduardo Duhalde.El helicóptero de Fernando de la Rúa está en otra categoría, pero en todos los casos hay un elemento en común, ya que todas las situaciones se definieron siempre de modo crítico, porque la velocidad que tomó cada episodio le ganó por escándalo a la sangre fría de los políticos. En esta oportunidad, la Presidenta aderezó muy bien su discurso a la hora de dar a conocer los fundamentos oficiales de la medida. Dijo que sería un suicidio embarcar a la sociedad para que tome posicionamientos políticos electorales por mucho tiempo, justo cuando el mundo, debido a la crisis que calificó de características mucho más graves que las que aparecen en los medios, se cae en pedazos y esos pedazos le pueden caer encima.La primera mandataria explicó también que se decidió adelantar las elecciones porque el Gobierno nacional tiene que tomar todas las medidas que creen el clima (de tranquilidad) para dialogar.La intención -y el consecuente llamado al debate- es algo para ponderar, porque se trata de un elemento al que el kirchnerismo no ha sido muy propenso nunca y que, de alguna manera, aparece contrapuesto a la infaltable apelación presidencial dedicada a pedir que se preserve el proyecto económico que sostiene el Gobierno que, dijo, es patrimonio de todos los argentinos y, por lo tanto, podría colegirse, no discutible, ni para nada responsable del capítulo argentino de la crisis.
Sonrisita nerviosaPero observando la cara de Néstor Kirchner y la sonrisita nerviosa que desnudó la televisión, mortal para un jugador de póquer, no es aventurado suponer que la jugada -que generó otro tipo de caras, de mucha sorpresa y bronca, entre la oposición- tiene además una serie de fundamentos menos heróicos, más allá de que, una vez más, desde la política, se ha roto con las reglas de juego institucionales.Desde este punto de vista, la caja de Pandora que abre el kirchnerismo echándole combustible a la dinámica del actual proceso, estaría mostrando no sólo su debilidad en materia política, sino que además hace que se ponga aún más bajo la lupa la delicada situación fiscal y la probabilidad de que la recesión sea muy profunda.Si en verdad se está en presencia de este panorama, es lógico que el armado K haya creído que, más allá de que la derrota en la Capital lo iba a dejar mucho peor parado que en Catamarca, cuanto antes se lleven a cabo las elecciones generales habrá menos desgaste, más votos y más plata para repartir y para después de junio, que venga lo que tenga que venir.El problema para el Gobierno nacional es que le ha transferido a la sociedad la sensación ya vivida muchas veces de que la crisis se acelera irremediablemente y que no hay modo de zafar y que, por ello, sufrirán la actividad económica y el empleo, ya se verá si por culpa de la crisis global o de las erróneas políticas locales.A su favor acredita, en todo caso, que se ha mostrado mejor piloto de tormentas en las malas que en las buenas y habrá que ver si eso todavía le alcanza para torcer la desconfianza de la sociedad y si la ciudadanía le factura o no en junio su patética imprevisión a la hora de las vacas gordas

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