sábado, 14 de marzo de 2009

Maximiliano Montenegro

La movida de adelantar de las elecciones legislativas al próximo 28 de junio contiene un condimento económico tan importante como el político. “No llegábamos con la economía a octubre”, confiesa un ministro. La dinámica de la recesión es más profunda de lo que se admite en público. Todos los indicadores de actividad que se manejan en secreto en los despachos oficiales ya titilan en rojo. Y en el Gobierno temen que será peor a partir de la segunda mitad del año. El trimestre abril-junio es la mejor época para garantizar la estabilidad cambiaria, imprescindible para evitar zozobras durante la campaña electoral. En esos meses ingresan al país los dólares de la cosecha gruesa, aliviando las presiones sobre el mercado cambiario, que en las últimas semanas tuvo al Banco Central y a los bancos oficiales como principales oferentes de divisas frente a una demanda en ebullición. Son también los meses de mejor recaudación, un escenario ideal para ejecutar obra pública antes de que el dinero empiece a escasear. Con el horizonte lejano de elecciones en octubre, el tercer trimestre amenazaba con convertirse en una pesadilla. En las últimas semanas, el fantasma de una nueva corrida cambiaria, en un escenario de gran incertidumbre política, sobrevolaba las reuniones de la mesa chica de Olivos. Más keynesiano que nunca, Néstor Kirchner apeló a la sabiduría del gran economista inglés: en el largo plazo estamos todos muertos, solía decir John Maynard Keynes.INCOMPATIBLE. Acortar el calendario electoral también despeja el camino de la política económica. Para amortiguar el impacto de la crisis, “habrá que tomar decisiones incompatibles con un proceso electoral”, dicen en la Rosada. Una es el regreso al Fondo Monetario, para conseguir financiamiento del organismo. Otra, continuar con la devaluación del peso. La vuelta a un FMI que no imponga condiciones para destrabar líneas de préstamo salvaría al Gobierno de un dilema de hierro.Con la recaudación pinchada, es muy difícil alcanzar simultáneamente dos objetivos: cumplir con todos los vencimientos de la deuda y aplicar una política fiscal expansiva, la receta keynesiana para sostener el mercado interno. Una alternativa sería pagar deuda con reservas y liberar recursos destinados a obra pública, gasto social, transferencias a provincias y aumentos de empleados públicos. Otra posibilidad, en estudio, sería “reprogramar” –patear para después de 2010– el cronograma de vencimientos de más títulos públicos. El titular del Banco Central, Martín Redrado, advirtió en la mesa de discusión que era necesario cuidar las reservas, reaseguro de la estabilidad cambiaria. No está solo en la partida. “Si tocás 500 o 1.000 millones de las reservas, la señal inmediata es que el tipo de cambio actual no es de equilibrio”, dice un funcionario-economista a quien Néstor Kirchner escucha y elogia. Por esas paradojas del destino, en la administración K ahora creen que volver al Fondo permitiría aplicar políticas keynesianas más agresivas y escapar a la lógica del ajuste de una recaudación que se desinfla. En las últimas horas, Redrado viajó junto a Carlos Fernández, el ministro de Economía, a Londres a una cumbre preparatoria de la reunión del G-20 de abril. Allí sondearán la posición de los países centrales a la propuesta de que el FMI relaje las condiciones para otorgar créditos. Habla una fuente con despacho cercano a la Presidenta: “La vuelta al Fondo es incompatible políticamente con tiempos electorales”. Dice que después de las elecciones es otra historia. Y defiende con entusiasmo la búsqueda de un acuerdo, sin las condiciones del pasado. En el Gobierno confían en que no habría problemas para llegar a fines de junio con un dólar alrededor de 3,70 pesos. Aunque habrá que seguir de cerca la dinámica de la demanda y de la liquidación de las exportaciones para confirmar el pronóstico, es evidente que son mayores las chances de mantener ese nivel cambiario hasta mitad de año que hasta fines de octubre, cuando la economía tal vez requiera una cotización más alta. Mucho dependerá también de la marcha del dólar en Brasil y de los precios de la soja. Entre los economistas K hay consenso de que un dólar alto es necesario para recomponer la competitividad de la industria, compensar la baja en los precios internacionales de las exportaciones y apuntalar losingresos fiscales. ROJO Y NEGRO. Hace dos semanas, Cristina citó en la Asamblea Legislativa el consolidado de los números de la economía de 2008. Era otro país. Tal vez el lector desprevenido imagine que esos datos son los únicos disponibles. No lo son, ni son los datos que miran, con asombro, por estos días en Olivos. Como enseñan en los cursos elementales de economía, las cifras de todo el año pasado congelan una foto que la película de la realidad ya dejó desactualizada. Para saber hacia dónde se dirige la economía, para descifrar “la tendencia”, hay que observar las cifras trimestrales. Por ejemplo, en el consolidado de todo 2008 la venta de autos creció cerca del 25%, pero esa cifra esconde que en el cuarto trimestre del año se desplomó casi 20 por ciento. Lo mismo sucede con todos los indicadores que se elaboran lejos del lápiz mágico de Guillermo Moreno. Todos destellan en rojo a partir del último trimestre de 2008: venta minoristas (-12,5%); producción de acero (-23%); de hierro (-28,7%); de chapa (-29,9%); de hilados (-6,2%); despachos de cemento (-6,9%), etc. Los números de enero y febrero anticipan que durante el primer trimestre de 2009 la inclinación de las flechitas será todavía más marcada.La recaudación tributaria también apunta hacia abajo, en términos reales. Descontada la inflación, cayó en el primer bimestre del año (-5%), en comparación con igual período del año pasado, aun computando los ingresos adicionales de los ex afiliados a las AFJP. En enero, la baja de las exportaciones en volumen fue generalizada (en productos y en destinos) y redondearía el primer trimestre con un recorte del 20 por ciento. El derrumbe de las importaciones en enero (-38%) es otro indicador elocuente del ajuste del nivel de actividad que se avizora en el mercado interno.Otra de las variables que amenaza con arrojar cifras alarmantes a medida que avance el año es la tasa de desocupación. Como dice Artemio López, “todavía no podemos saber cuál será el ritmo de pérdida de empleos, pero en una economía con estos niveles de informalidad, la destrucción de puestos de trabajo se acelerará”. En cuanto a los empleos en blanco, si la recesión se profundiza, ¿cuánto tiempo aguantarán los acuerdos de adelanto de vacaciones y suspensiones, monitoreados artesanalmente por el Ministerio de Trabajo? ¿Hasta mitad de año? Tal vez, si el Gobierno mete presión. Hasta octubre seguro que no.INFLACIÓN REAL. El secretario de Estadísticas y Estudios de Precios de la CGT es nada menos que José “Pepe” Sbatella, el ex titular de la Comisión de Defensa de la Competencia al que Kirchner y Moreno echaron por objetar la fusión de Cablevisión-Multicanal en diciembre 2007. Eran otros tiempos en la relación de Néstor con el Grupo. De larga militancia peronista, Sbatella es un economista muy reconocido por sus colegas. Según los datos que elaboró para Hugo Moyano, en 2007, la inflación fue del 23%; en 2008, 19%, y para este año estima una suba de precios del 14 por ciento. Para no perder participación en el ingreso nacional, dice que los salarios deberían aumentar entre 18 y 19 por ciento. ¿Qué hará el Gobierno con las paritarias? ¿Dejará que se discutan en plena campaña electoral? ¿O intentará postergarlas para después de las elecciones?

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