sábado, 14 de marzo de 2009

Martín Kanenguiser

Si la crisis económica se potenció lo suficiente como para que el Gobierno piense en adelantar las elecciones de octubre a junio, se puede rescatar un eventual efecto positivo de este abrupto cambio de posición en el oficialismo.
Hasta anteayer, la agenda del año iba a estar ocupada por la campaña electoral y recién a fin de año el Gobierno podía estar en condiciones de encarar una eventual negociación más fuerte con los acreedores externos que mejore la relación con los inversores.
Además, todos los inversores reflejaban en sus informes privados que el Gobierno quedaría debilitado tras estos comicios de octubre por la crisis económica, la pelea con el campo y el largo tramo que quedaba por recorrer hasta octubre.
De ahora en más, los mercados pueden interpretar que este adelantamiento significa admitir por adelantado una derrota muy pesada para el oficialismo o, por el contrario, que el Gobierno podría lograr un resultado moderadamente negativo y que luego estará en condiciones de controlar el gasto y renegociar la deuda en default.
En un mundo tan convulsionado, con varios países a punto de caer en la quiebra, el Gobierno tiene la posibilidad de tomar este camino racional, sobre todo porque el acercamiento de los "fondos buitres" de EE.UU. al Gobierno refleja que la crisis global le hizo dejar de lado el orgullo hasta a los inversores financieros más rebeldes.

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