sábado, 14 de marzo de 2009

Nestor Scibona

Cuanto antes? menos peor. Este diagnóstico de entrecasa es el que justifica, desde el ángulo económico, el sorpresivo proyecto de adelantar cuatro meses las elecciones legislativas.
El gobierno kirchnerista sabe que la economía argentina ingresó en un tobogán a mediados de 2008, que dejó de ser la recolectora de votos que había sido en los últimos años, y que, con el correr de los meses, la situación no habrá de mejorar. Mucho menos con el marco de una crisis internacional cuyos alcances, intensidad y duración aún son una incógnita.
La apuesta del oficialismo es que cuando llegue el momento de votar, los efectos de la crisis en términos de actividad, estrechez fiscal, empleo y pobreza todavía no se sientan a pleno, como sí podría ocurrir a fines de octubre.
Aunque los discursos, al igual que las falsificadas estadísticas oficiales, intenten por ahora demostrar lo contrario, la perspectiva para 2009 es un declive del consumo, los precios de las exportaciones, la recaudación impositiva y la evolución del PBI. Tarde o temprano estas tendencias recesivas tendrán impacto en los ingresos y en el desempleo. Aun sin que ocurriera ninguna catástrofe, todo esto acentúa el desgaste político del Gobierno.
Desde este punto de vista, adelantar las elecciones legislativas significa congelar la imagen en medio del tobogán, aunque esto no implique modificar la trama ni el final de la película.
Mientras tanto, el Gobierno seguramente buscará ganar tiempo con un festival de pequeñas obras públicas en los distritos con mayores chances electorales, aprovechando la caja de la Anses reforzada con los aportes a la jubilación privada. Y tratará, contra reloj, de volcar más fondos del mismo origen a la financiación subsidiada del consumo, aun cuando muchos consumidores no estén en condiciones de endeudarse o dispuestos a hacerlo.
A tal punto llega el apuro oficial que ni siquiera esperará ahora los resultados de la moratoria impositiva y el blanqueo de capitales, cuyo vencimiento se producirá el 31 de agosto.
* * *
Sin embargo, en la propia esencia de esta insólita jugada oficial para frenar con anticipación el drenaje de votos están los mayores riesgos para la economía.
En ningún país serio de régimen no parlamentario (o que no atraviese una crisis colosal), un gobierno cambia unilateralmente la fecha de elecciones de medio término sólo para especular con el calendario y al costo de un mayor deterioro institucional y de su propia imagen pública.
El kirchnerismo ha vuelto así a demostrar su obsesión por el cortísimo plazo y por manejar las cuestiones de Estado como si fuera una caja de Pandora.
No es, sin duda, una buena noticia para la economía argentina que, por desconfianza, sufrió una fuga de capitales superior a los 23.000 millones de dólares el año pasado y del orden de los 1000 millones mensuales en las últimas semanas, pero ahora con menor oferta de divisas por exportaciones.
El nuevo escenario político, con el oficialismo encerrado en Olivos y la oposición a medio camino, agrega un nuevo factor de incertidumbre para los próximos meses, así como mayores riesgos de que aquella tendencia se acentúe.
El mensaje implícito que acaba de transmitir el kirchnerismo es que cualquier medida puede ser posible con tal de asegurar un triunfo electoral.
Con un gobierno dedicado a hacer caja y sin estrategias de más largo plazo para estimular la producción, es justo lo que menos quieren oír quienes manejan empresas de cualquier tamaño y actividad.
Incluso antes de imaginar qué podría ocurrir si esta sorpresiva jugada no resultara exitosa. El problema es que hay vida, y también crisis económica, más allá de las elecciones.

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